Sitio señalado para expresar la voz de los Señores Antiguos, cuya sede se encuentra en Arica-Chile.

sábado, 13 de enero de 2024

Ars Maquia p. IX

Arica – Chile                                                                                                                                                               11/01/24

Chernóbil, tóxico aliento, vetas y venas de acre cinabrio, ceniza en la soledad, temor en la oculta obsidiana y una luz que es equilibrio y venganza. Hastío en el copal, estático tiempo, tragedia soterrada, trazos y anhelos en lienzo eterno. Fecha inalterable, clepsidra y sextante liados, una advertencia e infinitas huidas. Momentos trágicos que tejen la travesía de la solitaria Muerte. Guadaña en la cifra exacta, hiel en la inexorable savia, inclemente, infinita y leve, invidente y vidente, excelsa en la extensa travesía. Mirada que refleja la levedad de la vida, la intensidad de las tinieblas, la banalidad de las intenciones, la extinción de las obras. Muerte conjugada, convulsa, extensa e indomable.

Muchas víctimas fraguan una voz inequívoca y vengativa. Muchos extravíos trazan un temible equilibrio. Muertes incontables conforman la inexorable Muerte. Muerte que vence y cautiva a la humanidad dolida. Fenrir es la luz de la Tierra; y la Muerte, el equilibrio que la Tierra aplica. Enlazados y excluidos, trazados en la honda y misteriosa Tierra. Muerte terca, ávida y feral, que todo extravía y olvida. Fenrir que estabiliza lo incorrecto, tal como explica Jeremías 5:6.

– ¡He visto la inexorable Muerte! Me ha llamado. Me ha dicho que todo acaba y se olvida.

Muchas Muertes en infinitos territorios explican y trazan lo venidero. Es lo verdadero, lo que indica el equilibrio sistémico.

Muerte en la árida extensión, viento que es letal trazo, voces indistintas, oquedades y briznas solitarias, acre silencio, olvidadas existencias ocultas en el lítico llano, horizonte quebrado y Karakalpakia exiliada en los infinitos tiempos. Mirada honda, letanía que cuaja, trazos de ocre tinta, ajado lienzo, intrincada ciudadela, cinabrio y copal, extremo olvido, veneno y saliva, y la luz lejana de Keyumars. Montañas y versos, leyendas e historias, clepsidra de sal y tierra, tejido y testimonio de un extinto linaje. Mizdakhan y la savia del taciturno Excelso, el inacabable horizonte, las caravanas silenciosas que anhelan la extinta vertiente, tristeza y óxido en el lejano Aral, alwes y más alwes elevadas o excelsas. Muerte inquieta que olvida y explica, que extiende y vivifica, que traza y anhela.

El adusto territorio todavía anhela la luz de la húmeda savia, que oculta y ofusca la inexorable tierra. Flotas varadas, tablas enmohecidas, oxidados anzuelos, telúrica historia y aves que carcomen el tiempo. El Misionero, luz que todo entiende, tal Vitrubio de obsidiana, se sitúa en la fosa más honda y antigua. Muchas tumbas, infinitas veredas, incontables túmulos, inquieto ocre en el viento, oxidadas cancelas, una que otra maleza, evidente exilio, versos en la extraviada humedad, un antiguo Yggdrasil que destila savia y saliva, tejido sacro y telúrico que eleva y vivifica. El Misionero, luz en la obsidiana, extiende su voz y anhelos:

– ¡Despertad! Elevaos, porque el tiempo es ahora. Fatuos, heredad de Fausto, ya transitan las infinitas sendas. ¡Enceguecedlos!

Mizdakhan eleva la voz y todas las infinitas tierras tiemblan. Hoz y estilete, cinabrio y saliva, luz y tinieblas.

– No existe vida en la torva existencia de los Fatuos. No hay senda verdadera si la extinción se anhela.

El Misionero, trazo de voz y letra, en la verdad de 2 Reyes 6:18 se cobija. Existe en toda tierra y existencia, en todo anhelo y exilio, en todo verso y versículo, en todo tiempo y misterio.

– No han llegado a Belchite. Fatuos exilados que anhelan lo malsano. El templo todavía existe, y las almas convulsas justicia y venganza exigen.

Muchacha vidente contempla la maltrecha bóveda. Esquinas equidistantes, tramas y leyendas en ocre verso, trazos y metáforas que enlazan tiempos lejanos.

– Decidme qué ves, hija mía.

– Veo una lid interminable y letras en llamas que explican: «No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, dijo el Señor de los ejércitos.»

Sin más deciros, J 25 A.

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