Arica – Chile 05/01/24
“Cinabrio y soledad, extenso horizonte, viento de obsidiana, voces quedas, tristeza en el copal, torvos anhelos en la senda quebrada, vetas y venas extraviadas, ocre en el acre terreno, y lejos, a la vera de los tiempos, clepsidra olvidada, la estancia de las infinitas alwes todavía subsiste. Hifas entrelazadas, tristeza y venganza, vetas y venas incansables, trazos y heridas en la extensa estancia. Miles confluyen a la invocación extraviada. Hiel en las alwes abatidas, elevados anhelos que el láudano tuerce, tóxica justicia en el aliento del esquivo beleño, infortunadas existencias en la cifra del estramonio. Cinabrio en las lides silentes, en las batallas perdidas, en las limpiezas étnicas, en el occiso credo. Cuaja la acre savia, la abierta xenofobia, la vasta intolerancia, la turbia indiferencia, el trasnochado dogma. Las viejas tablas, las oxidadas cancelas, las turbias ventanas, inexorables, exudan maldad y cicuta. Misterio en la honda fosa, en la tosca lápida, en las torcidas y enlazadas letras, en la avenida sin final, en las temibles vías, en la encrucijada a trasmontano. El Fatuo, extenso en las muchas Comalas, en las infinitas tierras solitarias, en los tiempos entretejidos, exclama:
– ¡Despertad! Dejad el maltrecho osario. ¡Exigid vuestra venganza! Colmad el vaso de la ira. Dejad la tierra sin vida y anhelos. ¡Levantaos! ¡Exigid lo convenido, lo inexorable, lo malsano!
Miles confluyen en la extensa travesía. Extinguir anhelos y torcer alwes es la única consigna. El extravío brota en la inhóspita tierra, si los abrojos exigen territorio. El Fatuo, textura de evasiones, luz incierta, lejano sentencia:
– ¡Despertad, inquietas tinieblas! ¡Volveos inexorable venganza! ¡Sed la Muerte encarnada!”
“Escondida taberna, vaho e indistintas voces, trasluz inquieto, acordes y letanías. Bohemio Valparaíso de traiciones y acuerdos. El viajero incansable, a la luz de otro tiempo, explica sus anhelos y cometidos. Mirada fija, absenta a la diestra, oculto corvo y malsanas intenciones.
– Maltrecho anhelo me desgaja. Flujo de absenta quema mis venas. Mi vida es un incesante infortunio, que solo la muerte terminará… Maldita absenta, termina mi vida.
Mudo silencio, abrojos en la oscura taberna, inquieto tul de absenta, y una joven en la otra silla. Mirada impenetrable, trazos de hiedra y hematita en la faz incógnita, extremidades leves y voz que confunde.
– Muchos abrojos invaden la tierra. El cardo es la voz de la mentira. El cinabrio la deleznable meta. Mi heredad está envanecida y extraviada. Mi pueblo sigue la voz de los falsos profetas. Mi luz se vuelve absenta en estos tiempos. ¡Despertad!
– No acierto, luz de la absenta. ¿Qué anhela vuestra alma?
– El equilibrio de las existencias. ¡Volveos justicia y castigo!
Hifas en la absenta, luz en el cinabrio violento, voz en la incesante oscuridad, vahos y anhelos en 1838. El Fatuo, luz de tóxica hiedra, visión de obsidiana, abandona la oscura taberna. Nueva travesía hasta el final de su vida. Final que lo leve obvia.”
Muerte en la absenta y en la voz de Ayla, que es luz de otro tiempo. Valparaíso es el reflejo de Iquique, y la muerte quiebra la vida si existe el extravío.
“– Dadme valor y constancia, cobijo y consuelo, temple y convicción. Guiadme. Entregadme vuestro beneplácito y auxilio, ayakuna que se oculta en la piedra.”
Isaías 43:2 explica y extiende lo venidero, lo que se presiente. Meditad en las consecuencias y en lo alejado que estáis.
Sin más deciros, J 25 A.
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