“Callejuela
solitaria, banderas multicolores que el viento desgarra, voces que el tiempo
ahoga y ocre firmamento.
El Hereje
marcha lento, mas a paso firme. Lejos quedan tristezas, incongruencias y
alegrías. Imperioso anhelo lo impele a continuar el arduo sendero. Lejos
luminarias se extinguen, indicando el final de los Tiempos.
La
verdad se despliega, lo profundo se devela, las travesías convergen. Y lejos,
muy lejos, silenciosos, esperan los que tanto anhela.
Los
Noctámbulos trazan sus travesías en Tierras y noches insomnes. Mientras que el
Hereje surca largas avenidas vacías antes que las luces se extingan. Esperanza
lo agita porque es menester atravesar los abismos de la incredulidad.
Espera
y anhela en la simiente de letárgicos atardeceres, en mares ignotos e infinitos,
en Tierras y momentos inversos. Expresa la voz de los olvidados, el rumor del
silencio y la verdad de otras eras.
El Hereje
regresa a sus recuerdos e intenta develar lo que se oculta detrás de las
palabras inconclusas y los versos torcidos. Presiente que en la lejanía otros esperan
y se extravían.
Fulgores
que no son fulgores, lejos esperan a los suyos, a los simples Herejes. La inexorable
levedad es señal y cruz en una tierra asolada.
Un hombre
se vuelve Hereje si rehúsa la Tierra Mediana, los senderos sin destino, las
vanas conversaciones, la levedad de los momentos gastados. El Hereje anhela la
vastedad de los multiversos, las Tierras imperecederas y los Tiempos eternos.
El Hereje
extiende la voz de los Ayakuna, verdades expandidas y miles de existencias en
una fracción de segundo. En el ahora coexisten todos los ahoras, en el pasado
se recuerdan todos los infinitos momentos y en el mañana surgen todos los
elevados anhelos.
El Hereje
tiembla en la semilla y en los anhelos trazados. El Hereje se vuelve voz de los
olvidados, y los olvidados recuerdan.
Recorre
el surco que deja el Tiempo, se extiende en todos los ahoras, medita en todos
los momentos, para trazar los excelsos designios de los Ayakuna.”
El tiempo avanza inexorable, las
Tierras aguardan y las travesías persisten. Proseguid y proseguid para que los
amaneceres se vuelvan verdaderos y los anhelos, certeros.
El Hereje espera a la vera del
sendero, fraguando anhelos y verdades hasta el final de los Tiempos.
Sin más deciros, J 25 A.
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