Arica – Chile 21/08/11
“Viento
de fuego, luz mortecina, montañas nubladas y anhelo extraviado, delinean la
presente historia.
Avanza
la caravana con lentitud y melancolía, intentado olvidar su anterior vida.
Lejos se aprecia la villa devastada, lejos se quiebran algunos gritos desgarrados.
Lejos quedan la tristeza, la verdad y las horas desveladas.
Cruzan
bosques oscuros, surcan leves montañas, atraviesan abismos y desiertos, anhelando
una profecía y algo de consuelo.
Muchos
han quedado atrás: quizá olvidados, quizá abandonados, quizá sentenciados o quizá
juzgados. Algunos sin nombre, otros sin historia y el resto sin destino.
Dejan
atrás a ancianos, jóvenes y uno que otro desvalido. Nada puede detener o retrasar
aquello que es su alma. Nada puede impedir que lleguen a buen puerto.
Aquella
madre abraza a su hijo muerto tiempo atrás. No quiere dejarlo insepulto en
aquel lugar. Detesta aquella herejía, y más se aferra a aquel frágil cuerpo. El
Jerarca, aquel que lleva a aquellas almas al olvido extenso, la increpa,
duramente:
–
Mujer, dejad aquella alma; ya no existe lugar para ella en la Nueva Tierra.
Dejadla, y olvidadla. Dejadla, y proseguid el sendero.
–
Gran Señor, no pidáis que olvide a mi primogénito. He perdido a su padre, pero a él no quiero perder.
–
Mujer, vuestro hijo ya transita por senderos oscuros y sin sentido. Jamás verá
la venidera Tierra. Dejadlo o también pereceréis.
–
¿De qué me sirve la vida eterna si olvido a los que amo? – pregunta entre
sollozos la mujer.
– Sólo Dios entiende aquello que se oculta más
allá de la tristeza, la soledad y la resignación. Nadie es digno para juzgar sus
propósitos. Mujer, abandonadlo ya.
Aquella
mujer abrazada a su hijo, mira por última vez al Jerarca y se arroja al vacío.
–
A un mar de Fuego habéis despeñado vuestra alma– sentencia el Jerarca.
La
caravana prosigue más allá de los senderos trazados y de las leyendas gastadas.
–
Jerarca, es el día señalado: la extensión es oscura y se escucha el rugir del
viento – confidencia un subalterno.
–
Es efectivo. Aquello que siempre hemos anhelado evidente será. Esta tierra de impiedad
y pecados será devastada. El Señor extenderá su sombra de Justicia, y exterminará
a todos aquellos que nuestras palabras y rezos no creyeron.
–
Es el justo castigo, y vosotros recibiréis el justo premio: ver las tierras de
la Nueva Tierra – prosigue el Jerarca
Se
vuelve evidente la levedad, y luces y voces se extienden por toda la tierra.
–
Jerarca, mi Señor, es la hora justa, el tiempo señalado. El Fin de los Tiempos
es evidente. Decidnos ahora. ¿Dónde se encuentra la Tierra Verdadera?
–
Aquí. ¿Acaso no la veis? Aquí se encuentra… Ved las tierras de la Tierra
Verdadera. Surcadlas. Venid conmigo… Surcadlas. ¡Son evidentes, son evidentes!
¿Acaso os habéis envilecido tanto que no las veis? ¡Seguidme, insensatos!
Seguidme a aquella Gran Luz al final del Sendero... ¡Seguidme, pues así nuestro
Dios lo ha encomendado!
El
subalterno y uno que otro sobreviviente, observan, tristes a más no poder, con
sueños e ideales destrozados y vidas gastadas, aquella patética escena.
Arrodillado,
bajo la luz de la luna, aquel hombre que guió un pueblo, ruega y luego clama,
clama y luego ruega, por un venidero tiempo, que sólo existe en sus extravíos y
desvelos.”
Dos senderos ahora se expresan, para
abarcar más tierras y axis. Un sendero que luces y libélulas trazarán allá
donde existe la Tercera Alma. Otro sendero se trazará allá donde la Segunda
Alma se extiende. Sendero de serpientes y glifos que vastas Almas contemplan.
Segunda Alma que anhela la Sentencia Olvidada
y Tercera Alma limitada por la Sentencia Extrema. Sin embargo, cada evento se realizará
antes o después de la Sentencia Olvidada o Extrema. Analizad esta información,
y encontraréis verdades ocultas.
Más allá de Finis Terrae se alzará
un Alma que será la esencia del aquella tierra. Buscad lo que existe más Allá
del Llano de Varas, donde vagones y rieles se olvidan. Buscadlo antes que esta
historia y mes concluyan.
Sin más deciros, J 25 A.
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