De silencio, melancolía, verdad son sus palabras, cada vez que mengua el atardecer de las eras pasadas.
“Descansa de la extenuante labor, anhelando
que sus afanes se concreten.
Llegó sin nada, sin un mísero céntimo a aquella tierra, y
su gastado calzado quedó a la deriva tras un leve silencio.
Y tras su verdad, el ayer se arremolina y lo que sucedió
vuelve a su sitio. Y recuerda, y se asombra, y se lamenta. Y recuerda lo que
dejó para vivir una vida más extensa. Y su hogar se dibuja en el ayer, y sus
hermanos menores juguetean junto al oscuro lago.
Y recuerda la azada, y mira sus palmas añorando llagas
que ya no existen. Y recuerda aquella lluvia inclemente que volvía ciego a los
pecadores. Y vuelve a la realidad, y sólo contempla un extenso desierto.
Huir de la miseria, dejar a los que ama, olvidar su
nombre, en pos de una buena vida.
Y helo aquí: respirando el viento cálido del desierto.
Helo aquí: añorando la tierra que dejó. Helo aquí: tratando de sobrevivir a los
amargos días.
Uno más del montón. Un mísero ser anónimo. Uno más de
aquellos que morirán en la mina. Jamás volverá a su tierra, jamás regresará al hogar
que lo vio nacer. Hasta su familia lo olvidará; y su amor y nombre se gastarán
en el tiempo.
– Mi hermano se fue pal norte, y no supimos más de él –
uno de sus hermanos dirá.
Cava leve, y sus recuerdos se desvanecen. El cuerpo pesa,
la tristeza lacera, el sudor desgasta sin compasión. Sabe que la jornada culmina,
mas no su pesar. Sabe que aquella tierra lo reclamará. Sabe que será uno más de
aquellos que morirán en aquel interminable desierto.”
Almas surcan extensas tierras, olvidadas, gastadas, sin
rumbo, anhelando volver a su destino. Su tristeza es extensa, y sus senderos
son leves, y su voz es de viento. Almas que son anónimas, sin casta y hasta sin
religión. Almas que vuestra historia desconoce. Almas que jamás han escuchado
hablar de los axis. Almas de seres que vivieron la levedad de la vida, sin
sobresalto alguno. Seres que nacieron, se reprodujeron y luego murieron.
Almas que vivieron vidas y existencias planas; y que intentaron
ser felices en la mayoría de los casos. Almas de felicidad minúscula, pero felices
al fin de al cabo.
«Hoy es el día más
feliz de mi vida. He sido padre. Y veré a mi hijo correr por la amplia alameda.
Y lo veré nadar en el río y ocultarse tras un sauce.»
«Hoy es un gran
día. Sí, un gran día. Mi abuela cumple 80 años. Y viste espléndida, y el
gramófono le devuelve la música de antaño.
Me gustaría haberla visto bailar. De
seguro causaba gran admiración y envidia. Sí, estoy feliz: mi abuela cumple hoy
80 años.»
«Acontecen tantas
penurias en la vida, mas siempre he buscado la felicidad en cada suceso. Soy
diabético, y me amputaron una pierna. Sin embargo, soy un hombre feliz porque aún
puedo percibir el aroma del azahar de primavera. Y cuando mi fin llegué, mi
muerte será tan blanca como aquel azahar.»
E iréis a aquellos lugares desolados para trazar senderos
de verdad, para que cada alma anónima, gastada y quizá triste surque la tierra
que le corresponda.
Volveréis
al ayer para evidenciar sus vidas, para ser su voz, para confidenciarles que su
sendero ya ha concluido y otra verdad se extiende.
No
existen almas viles, sino almas desgarradas, aferradas a sus propias
convicciones, aterradas de la vida, inmersas en su tristeza, desesperación,
dolor o hastío. Sin embargo, aquellas almas se vuelven sumisas si las
surcan la verdad y la alegría. Y vosotros llevaréis la verdad y la alegría al
lugar donde desfallece el agua.
Y vosotros seréis el manantial que saciará su tristeza y
demás. Y a Chañarcillo iréis. No anhelando nada, sino dando todo.
Y allá
donde se extiende la Sombra algo similar realizaréis, y algo más. Algo más que
pronto diremos.
Y Ulises
debe poner en marcha los eventos, y cada dos meses algo debe recordar de aquel
que fue fragmentado.
Y
seguid, y seguid, y algo pronto se develará.
Sin más
decir, J 25 A.
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