A lo lejos un fulgor difuso, un mar embravecido, tinieblas interminables y voces extraviadas.
Suelen acaecer extraños eventos cuando la vida es desolada y la oscuridad es extensa.
“El viento y el agua, sin piedad, laceran la nave. Se tensan las almas y las voces se vuelven difusas. No sirve la carta de navegación y la brújula señala un norte ficticio.
Extraviado en donde no sé, ansiando llegar a tierras salvas. Repitiendo, una y otra vez, una y otra vez, suplicas vanas.
- Volver, volver, volver, una y otra vez, digo. Sin embargo, en esta extensa oscuridad más y más me extravió.
Sin rumbo, destrozada y extraviada va mi nave. Va allá donde todas las aguas se vuelven una y terminan todas las tierras. Allá donde la vida se extingue y el olvido es extremo.

Sí, estoy seguro, muy seguro. Allá donde todas las aguas se vuelven una, un oscuro faro se fulgor difuso extiende.
Volveremos a la tierra y olvidaremos este aciago día. Aquel fulgor difuso nos ha salvado.
Veo, sí, veo el litoral próximo y luces innumerables. Veo los acantilados torcidos y los senderos breves. Veo la iglesia en lo lejano y el muelle en la proximidad.
Y veo el faro y su luz difusa… Y mi voz se quiebra y mi alma se esfuma. Y lloró, desconsolado, sin sentido. Sal y lágrimas serán mi consuelo desde ahora en adelante.
Y el faro y su luz difusa se extienden. Y la verdad ya me ha sido revelada. Y la verdad destroza, una y otra vez, mi acongojada alma.
Aquel faro y su luz difusa se extienden allá donde las aguas oscuras y las almas extraviadas se vuelven una”.
Y vuelven los recuerdos y las vías se hacen evidentes, cuando vuestras almas se extraviaron allá en aquel axis señalado.
Vuelven valores antiguos para preservar lo venidero. Valores que en tierras difusas hallasteis y que ahora se precisan.
Y San Lorenzo de Tarapacá guarda un arcano y en Ilo se resolverá un misterio. Sin embargo, a ninguno de aquellos sitios volveréis este año. Los senderos que veréis se encuentran en tierras que os son extrañas y que surcan infinitas y desgarradas almas.
Surcaréis lo que ahora no es tan evidente el segundo sábado de cada mes, cuando la Sentencia mengua.
Y Finis Terrae se extiende con luz difusa allá donde vuestras almas se abisman.
Sin más deciros, J 25 A.
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