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domingo, 27 de noviembre de 2022

Medianoche p. III

Arica – Chile                                                                                                                                                               06/11/22

Medianoche, soledad evidente, territorio vedado, oxidada cancela, alwes extraviadas y avenida torcida. Candela solitaria, cuarto lejano, trazos y líneas que convergen en el Hombre inverso. Mirada extraviada, extensa levedad, vaho e incienso, extraños acordes, silueta en el espejo, contracara y extravío, trazo y travesía. Clepsidra en los vientos, obvio sextante en lejanos litorales, trazos y huellas en las calcinadas tierras, torcidos vericuetos e inversos horizontes, interminables salares y alerces milenarios. En los entresijos de la existencia, en la medianoche indicada, en el tejido interminable, silencioso, el Hombre evoca la cifra del momento. Mirada en las infinitas avenidas, imborrable hi(a)to, veta y vena, interminable escalinata e inquieta boquilla.

Mármol, vetas y húmedas estrías, esquirlas y huesos, cadenas y eslabones, oxidada cancela, vedado territorio y alwes extraviadas. El Hombre, solitario y evidente, extraviado en la vasta y serena medianoche, examina las solitarias y húmedas lápidas. Multitud en cruel olvido, tristeza en las siluetas extraviadas, telarañas y asfixiante vaho, torcidos arbustos e indomable y aviesa maleza, inscripciones ininteligibles y loables anhelos. Más cruel que la Muerte es el eterno olvido.

Maltrecho, vestigios y vestiduras, camafeo y sello matrimonial, cinabrio y huesos, inexorable tiempo, vetas y venas en el silencioso féretro, en la vera de otra vida el Mártir existe. Eclesiastés 12:7, sin embargo, la semilla del Yo jamás abandona la salobre y húmeda Tierra. Mora en el cardo, en la acre tierra, en la oculta vertiente, en los carcomidos huesos. Mixtura que atrapa la verdad de un alwe excelsa. Crisol que extingue las aviesas intenciones de vastas malalwes. Candela solitaria que evidencia vueltas e idas sin intervención ajena. El maltrecho existe en el pábilo de una lejana y solitaria candela.

– Mártir que la Muerte llamó a su lado una tarde de invierno solitario.

Cuadrilla, temor y valor, corcel y fusta, mellada adarga, atestado Monasterio, inquietud tras las altivas murallas. Mito que la tinta olvida, torre inexpugnable, tradición que subsiste en la era, muchedumbre oculta en las catacumbas y un caballero de quebrada armadura. En las tormentosas lides, en los territorios asolados, en los valles quemados, en las vertientes de cinabrio, el adusto Caballero, el hidalgo adalid, es elevado valor y Mártir indiscutible.

Fenece el Caballero, una tarde de invierno solitario, tras indiscutible victoria. Maltrecho, evadido, calmo, eternidad en tranquila habitación. Claroscuro intermitente en el Monasterio. Mirada en la semilla de la obsidiana. Mortaja que envuelve, óleo y lino que sellan, tristeza que se evade y vítores y plegarias que elevan. Mártir en la leyenda y olvido en la historia.

– El Hombre se olvida y el Mártir se expresa.

Medianoche evidente, candela solitaria, trazo y Mártir, vereda y entresijo, oxidada candela, claroscuro cuarto y un viajero que vuelve de otros territorios y eventos. En la cifra del segundo, eones transcurren y muchas millas se evaden.

– Retorno sin extravío.

Mártir en la luz de la candela que evitará vuestro eterno extravío. Halladlo en las tierras inversas, en las travesías inconclusas, en la savia lejana, en la estatua quebrada, en las misivas olvidadas, en la vertiente que silenciosa escurre, en la medianoche acuciosa, en la cifra del milenio. Muchas travesías y un solo puerto. Descifrad lo que aquí se vela.

El Fatuo, existencia aviesa, vector sistémico, trapezoide, se explica diligente en Efesios 6:12.

– Fiat lux.

Hallad la cifra que oculta y vela, y veréis la senda correcta. Meditad en las travesías, y trazadlas antes que concluya febrero.

Sin más deciros, J 25 A.

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