Horizontes inversos, valores
extendidos, historias infinitas y una verdad que es perenne.
“Una
vida gestando travesías, improntas y batallas, para terminar aislado y solitario
en un oscuro y enmohecido cuarto.
Tantas medallas, verdades y
anhelos a la deriva. Tantos desaparecidos, muertos y heridos que recordar.
Tantas travesías y hazañas que quedaron inconclusas. Marginado de la vida,
cuyos ideales y anhelos murieron en las verdes colinas de Vietnam. Restringido
al anonimato, para que su país pueda olvidar.
Excombatiente,
marginado y solitario, que subsiste a expensas del gobierno, atrapado entre
cuatro paredes, inmerso en tiempos caducos e historias sangrientas, anhelando el
sosiego de la simple muerte.
El hastío del momento, fotografías dispersas, latas y botellas
vacías, un zumbido lejano, el repiquetear de la lluvia veraniega, lo regresan
al presente mundano.
– Muchos años luché por este maldito
país, ¿y para qué? ¿Para estar postrado en una silla de ruedas, viviendo de la
miseria que el gobierno me entrega, sin progenie, completamente olvidado y
aislado? Decadente historia de vida que todos quieren olvidar. ¡Vietnam,
Vietnam! Allá era libre, extenso y amoral; mas también maligno.
Lía otro cigarrillo de marihuana
enmohecida. El espejo le devuelve un reflejo que desconoce. Lejos se escucha
una antigua y enigmática canción.
– ¡Vietnam, Vietnam! Allá era libre,
extenso y amoral; mas también maligno. Maldad que todavía albergo. Maldad que
me desgarra y quema similar al napalm. Maldad que reside en mi alma y que
lastima más que aguda cuchilla.
Locura, tristeza, miedo y soledad se
explayan. Levedad de napalm y marihuana que teje y desteje historias y sombras
deslavadas. Extraviadas almas que reclaman justicia o venganza. Recuerdos,
tejidos y anhelos que dibujan grietas y sombras vacías en una habitación
solitaria.
– ¡Asesino! Destructor de vidas y
anhelos. Jamás tendrás descanso ni consuelo, porque la verdad jamás fenece y
los juicios jamás caducan. ¡Eres un asesino! Exigimos justicia o venganza, para
apaciguar la desolación que nos embarga.
Intenta
acallar sus demonios mas no puede. Imposible olvidar lo que reside en el alma. De
pronto recuerda que tiene una vieja biblia y un arma en la gaveta de la mesa de
noche.
–
Muévete, maldita silla de ruedas. Necesito exorcizar mis demonios, aniquilar
mis tristezas y calmar mi desesperación.
Encuentra el arma bajo la biblia. Lejos se escucha la canción “American
Pie”, que le recuerda lo que jamás tuvo.
–
This’ll be the day that I die. This'll be the day that I die.”
Mas vuestros anhelos no deben olvidarse
ni menos fenecer. Surgid de las cenizas y retornad a los senderos pasados.
Proseguid la travesía y presentid lo venidero.
Sin más deciros, J 25 A.
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