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domingo, 8 de diciembre de 2019

Avertere p. I

Arica – Chile                                                                                                                                                              07/12/19

Horizontes inversos, valores extendidos, historias infinitas y una verdad que es perenne.

Una vida gestando travesías, improntas y batallas, para terminar aislado y solitario en un oscuro y enmohecido cuarto.

Tantas medallas, verdades y anhelos a la deriva. Tantos desaparecidos, muertos y heridos que recordar. Tantas travesías y hazañas que quedaron inconclusas. Marginado de la vida, cuyos ideales y anhelos murieron en las verdes colinas de Vietnam. Restringido al anonimato, para que su país pueda olvidar.

Excombatiente, marginado y solitario, que subsiste a expensas del gobierno, atrapado entre cuatro paredes, inmerso en tiempos caducos e historias sangrientas, anhelando el sosiego de la simple muerte.

El hastío del momento, fotografías dispersas, latas y botellas vacías, un zumbido lejano, el repiquetear de la lluvia veraniega, lo regresan al presente mundano.

– Muchos años luché por este maldito país, ¿y para qué? ¿Para estar postrado en una silla de ruedas, viviendo de la miseria que el gobierno me entrega, sin progenie, completamente olvidado y aislado? Decadente historia de vida que todos quieren olvidar. ¡Vietnam, Vietnam! Allá era libre, extenso y amoral; mas también maligno.

Lía otro cigarrillo de marihuana enmohecida. El espejo le devuelve un reflejo que desconoce. Lejos se escucha una antigua y enigmática canción.

– ¡Vietnam, Vietnam! Allá era libre, extenso y amoral; mas también maligno. Maldad que todavía albergo. Maldad que me desgarra y quema similar al napalm. Maldad que reside en mi alma y que lastima más que aguda cuchilla.

Locura, tristeza, miedo y soledad se explayan. Levedad de napalm y marihuana que teje y desteje historias y sombras deslavadas. Extraviadas almas que reclaman justicia o venganza. Recuerdos, tejidos y anhelos que dibujan grietas y sombras vacías en una habitación solitaria.

– ¡Asesino! Destructor de vidas y anhelos. Jamás tendrás descanso ni consuelo, porque la verdad jamás fenece y los juicios jamás caducan. ¡Eres un asesino! Exigimos justicia o venganza, para apaciguar la desolación que nos embarga.

Intenta acallar sus demonios mas no puede. Imposible olvidar lo que reside en el alma. De pronto recuerda que tiene una vieja biblia y un arma en la gaveta de la mesa de noche.

– Muévete, maldita silla de ruedas. Necesito exorcizar mis demonios, aniquilar mis tristezas y calmar mi desesperación.

Encuentra el arma bajo la biblia. Lejos se escucha la canción “American Pie”, que le recuerda lo que jamás tuvo.

– This’ll be the day that I die. This'll be the day that I die.

Mas vuestros anhelos no deben olvidarse ni menos fenecer. Surgid de las cenizas y retornad a los senderos pasados. Proseguid la travesía y presentid lo venidero.

Sin más deciros, J 25 A.


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