Arica – Chile 11/05/01
Sitios lejanos, sombríos y extensos, son los que os conducen a senderos sin fin. Así lo descubrió el siguiente joven en su travesía errada.
“Ayer llegué a estas tierras desoladas, no sé qué me atrajo de ellas. ¿Habrá sido aquel halo de misterio que ellas irradian, o habrán sido las voces que se escuchan a lo lejos?
Los Mayores me han recomendado que a aquellos sitios no me aproxime. Dicen que en aquellos temibles parajes habitan los Antiguos, aquellos seres de razas extintas.
No es necesario perturbar su sueño de milenios. No es prioritario entrar en aquellas tierras. Sin embargo, juré que iría donde jamás los de mi tribu han llegado. Así seré digno merecedor del título de Señor de la Tribu.
Estoy ya en estos insondables parajes. Escucho sus letanías de eras olvidadas. Sé que son las voces de los Antiguos, pues mi alma tiene esa certeza.
Hoy es el sexto día de mi llegada, y todavía no puedo contemplar la faz de aquellos Señores. Suplico me reciban, mas sólo escucho sus ya insoportables letanías. Aquello me abruma, me desasosiega, me vuelve irascible y sin sentido. Mis provisiones están menguando. Si sigo así pronto no tendré nada que comer.
Es el décimo día, ya mi alimento se ha agotado. He intentado cazar algo. Sin embargo, no hay ningún un ser viviente en estas interminables tierras. Mi garganta está seca por la falta de agua, y mi cuerpo está cubierto de llagas por el inclemente calor.
Han transcurrido muchos días desde que llegué a las tierras de los Antiguos. Esperaré un día más para volver a mi Tribu. Sé que mi empresa ha sido en vano. Volveré derrotado, tan abatido que seré el descrédito de muchos.
Esperaré dos o tres días más, incluso me adentraré allá, donde existen intrincadas figuras en la piedra. Sé que está prohibido por la tradición llegar a aquellas tierras, mas mayor es mi afán que el temor a las historias antiguas.
Los he visto, estoy seguro que los he visto. Son ignotos y de faz de bruma. Me han dicho que me aparte de aquí, pues podría dejar de ser el que ahora soy. He llegado tan lejos que me es imposible retroceder...”
Lo encontraron meses después, vagando y con la mirada extraviada. Hablaba vanas palabras. Decía que a los Antiguos había contemplado, que había casi tocado sus almas. Sin embargo, las piedras-que-susurran su ser habían atrapado.
Él ya no es él, sino una vestidura vacía, que respira, que siente, que se perpetúa. Sin embargo, jamás tendrá la posibilidad de trascender estos limitados confines.
Así han sucumbido todos aquellos que han ingresado sin razón ni sentido a los vastos mares de aquí y de allá, donde las tierras se vuelven de bruma y las almas se desvanecen.
Sin más, J 25.
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