Arica – Chile 12/11/14
“A veces otro yo surca las imbricadas
callejuelas. A veces recorro sendas que ya no existen y otras que existirán. A
veces me extravío en el «a veces».
Soy un reflejo que se extiende para expandir una verdad o
truncar una historia. Leve brisa que se desata en el amanecer, para propiciar
un 21:1 o quizá otro valor.
Reflejo que rescata memorias y desmemorias, atrapado en un
«cuándo» y menos en un «quizá», anhelando lo verdadero y justo.
Me extiendo para ver mi reflejo, me extravío para abreviar
mis pasos, me tuerzo para sondear lo insoslayable. Siempre expresando un
presente, y lo que es mutable se desvanece.
A veces, en amaneceres sin Tiempo, en Tierras sin sentido,
en encrucijadas gastadas, la materialidad me subyuga, tuerce y atrapa.
Materialidad que me juega malas pasadas, que me sumerge
en laberintos mentales, que me extravía en lo que he sido, soy y seré.
Lejos me aprisiona un pasado, lejos me rasga un ayer,
lejos mi mente se extravía sin ansias de volver. Lejos me expreso tal lienzo
sin mácula, enjuto y amargado si mi mente se quiebra.
La materialidad me atrapa, la mente se extravía, los
recuerdos se ajan, si el Tiempo me esquiva.
Algunos no vuelven jamás o ya no existen. Otros solamente
perduran en historias o anhelos finitos. Existen lejos y extraviados.
Enclaustrados, marginados, anhelando sin anhelar. Sin memoria ni recuerdos, sin
historia ni señales, sin voz ni alma.
Son los que se extraviaron, los que el Tiempo rehusó. Almas
que transcurren en senderos sin Tiempo.
Es menester limitar el Servicio para evitar las
jugarretas mentales y los baches en el Tiempo. Es necesario expandir un «Anhelo»
lejos y lejano en el Tiempo.
Tal vez un recuerdo de la infancia, un trazo en la arena,
un paisaje triste, una voz que se quiebra o la primera visita a Lisboa.
Algo que se presienta y recuerde. Algo
que rasgue los Tiempos. Algo que me aleje de los senderos superpuestos. Algo que
no se olvide aunque se quiera. Un valor, un sentimiento, un retazo de memoria,
una letra en su tinta, un sendero al amanecer o la simple sonrisa de alguien
que se ama.
Algo, un Lisboa y un anhelo, un valor que me sitúe en el
aquí y en el ahora, que evite mi extravío en el mar de los Tiempos, que me
regrese al que soy y no más.
Así mi memoria no será traicionada. Mis
anhelos no se olvidarán. Mi alma no terminará ni rasgada ni dividida. Un
Eternauta sin extravío ni miedo.
Me sumerjo en los ayeres y me extiendo
en los mañanas. Cruzo senderos a veces torcidos, a veces diversos; pero siempre
regreso a mi «Anhelo».”
Buscad,
presentid, sentid qué anhelo os traza. Valía que gesta a un verdadero
Eternauta.
Eternauta que puede surcar las extensas realidades,
evadir los Tiempos sin sentido y anhelar lo que ya se ha escrito o escribirá.
Sin más
deciros, J 25 A.
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