Arica –
Chile 16/12/13
El ayer
se vuelve ahora, si el ahora en vosotros se extravía. Si el ayer se invoca,
otro sendero se extiende en el más allá.
1950 se
revive ahora. Sin embargo, el ahora también se recuerda en 1950. Todos los
mares nos llevan a Lisboa, pero Lisboa no muere en ningún mar.
Aquel que ha muerto quizá surja en el ayer, quizá se extravíe
en un «quizá» o en un «tal vez», si es menester expresar algo que no se ha de
olvidar. Aquel que surca un y otro sendero se extravía si su alma no intuye el
ahora.
Un Tiempo es un «Tiempo», si resguarda un poema. Un poema
se vuelve verdad si una voz se olvida. Todo aquello que se olvida es evidente,
si la soledad no es extensa ni las palabras torcidas.
Sin embargo, aquel que ha muerto quizá extravíe su sendero
si no recuerda a Lisboa, quedando atrapado en tierras que han sido, son o
serán.
“Soledad me
embriaga, Tristeza me desgarra, Extravío me inquieta; y tu Voz anhelo.
Huérfano sin ti,
extraviado a más no poder, surcando sendas que no llevan a ningún lugar, pernoctando en uno que otro bar, tomando café a deshora, trazando líneas
torcidas en gastadas servilletas. Anhelando. Siempre anhelando. Anhelando tu
voz y presintiendo tu recuerdo.
Valparaíso se impone a
mi sombra, mientras recorro sus callejuelas torcidas. Anhelo tu recuerdo. Respiro
tu aliento. Imagino tu venida. Y menguo en el Crepúsculo si la tristeza me
embarga.
A
veces, algunas veces, rehúyo de mí y me vuelvo un ayer. Es algo ilógico. Es
algo innatural. Sin embargo, es mi único anhelo.
Aún no has nacido. Todavía
tu alma no impregna la memoria porteña. Eres un anhelo en un vientre primigenio.
Luz deslavada. Una mujer
y una sombra surcan las callejuelas inclinadas. Sí. Ella es tu madre.
Persigo su reflejo en
las aguas. Temo aproximarme. Quizá otro sendero se evoque o quizá tu alma se
aleje de mí.
Tengo que esperar, mas
será tarde. Surgirás a la vida y mi vida se extinguirá. Te veré en un tiempo
más. 1950 y un ahora se mezclan.
Seremos el uno para el
otro. Todos nos admirarán. Dirán: «Es la pareja perfecta» o «Las verdaderas
historias de amor sí existen». Nadie sabrá, ni siquiera tú, que te he anhelado
eternamente.
Una
noche, precisamente a las 23:39, mi alma se volverá extensa. Te dirán que es
apoplejía, que no volveré a ser el mismo, que seré un lastre o algo por el
estilo.
Sin embargo, mi alma,
viajera entre las infinitas realidades, te anhelará, se hará valor,
sentimiento, exilio, recuerdo y vida en alguien que haya perdido el sendero.
Aquel que ha muerto,
aquel sin alma, te presentirá en demasía, y surcará las torcidas callejuelas de
Valparaíso anhelándote.
No te volveré a ver en
esta vida. ¿Pero qué es la vida? Sólo instantes de extravíos y reencuentros.
Sigo aquí, esperando,
recordándote. 1950 que desespera anhelando una voz que aún no llega.
Tomo otro café, y escribo
tu nombre en una servilleta. Sé cómo te llamas. Sé el nombre de nuestros hijos.
Sé dónde viviremos. Sé también lo mucho que nos amaremos.
Surco Valparaíso, inmerso
en otra alma, que dejaré al extenderse la noche.
Tu nombre, tu nombre. Aún
recuerdo tu nombre. Aún recuerdo tu voz. Aún recuerdo nuestro Tiempo.”
Recordaréis algo. Así el Guardián del Centeno algo recordará.
No hay más, pero hay todo.
Sin más deciros, J 25 A.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario