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jueves, 16 de abril de 2020

Otras Memorias p. VI

Arica – Chile                                                                                                                                                              13/12/15

En la tempestad, en la adversidad más abyecta, almas desgarradas surcan todos los mares y todas las Tierras.

Atadas a sus pesares, inmersas en trágicas historias, regresando una y otra vez, una y otra vez, al sitio del extravío.

Mujer, viuda temblorosa, atrapada en un lejano y olvidado Lazareto. Enferma, silente, soterrada, anulada, anhelando algo que jamás tendrá.

Un hijo, siempre quiso un hijo, una digna heredad que ostentara el apellido de su marido. Mas a veces la vida es inmisericorde y Dios se oculta en las sombras. Estéril, igual que tierra yerma, invisible, mujer incompleta, anhelando un hijo que jamás llegará.

«Mujer a medias», una vez le dijo su marido. Dejándola a la deriva y sin consuelo.

Desdichada, humillada, dejó atrás la tierra que la cobijó por tantos años, visitando otros territorios y vericuetos. Mas jamás logró olvidar el malestar que laceraba su alma.

Desnutrida, enferma, viuda, lisiada, decidió volver a su tierra natal. Desahuciada, la internaron en un lóbrego y sombrío Lazareto, lejos y próximo a los extensos y yermos desiertos.

En el Lazareto aguardó su muerte, exudando sangre e hiel, libre de todo y sin anhelos. Terreno que traza y teje sombras difusas, similares a Parcas desorientadas, en espera de un final.

La muerte la reclamó un sombrío noviembre. Sin embargo, todavía surca una y otra vez el sendero gris que conduce al Lazareto.

Soy un simple hombre, señor, que vive de la tierra. Me dijeron que estaba muy enfermo, y les creí sin rechistar. Son médicos, pues. Ellos tienen educación; y yo solamente sé sumar y restar.

Me dijeron que pronto moriría. ¡Qué le vamos a hacer, pues! Es la vida. Tal vez sea el justo sosiego o la eterna oscuridad. Una vez cuando niño un sacerdote me dijo que las enfermedades son castigo de Dios, producto de la desobediencia de los humanos.

Agonizo. Pronto la muerte reclamará mi alma. Quiero que sepa, señor, que siempre hice el bien y jamás causé daño de manera premeditada. Muero con la conciencia tranquila y con la esperanza de la salvación.

Contemplo una danza de almas, leyendas e historias interminables, atadas a un desolado y lúgubre Lazareto. Maltrechas, atormentadas, atrapadas en Tierras y Tiempos disímiles, ignorantes de su calvario, excluyentes mas atadas a un mismo lugar.

Trato en lo posible de liberarlas de su triste calvario. Mas algunas son testarudas, extremadamente desconfiadas, mezquinas en ambiciones, rehusando una y otra vez mi ayuda.

El tarot me señala que no hay salvación si existe negación. Insistiré por última vez, y luego dejaré este mísero puerto.

Liberadlos y libres seréis. Id mas no id. Desterradlos de su exilio y regresadlos al olvido. Id al ayer y forjad otro mañana.

Liberadlos y libres seréis. Tejed otras historias y leyendas. Desandar el sendero es la solución. El Tiempo marcha inverso si es menester.

Regresaréis si se evidencia la verdad. Nada ni nadie interferirá, si es vuestro elevado anhelo.

Sanidad y ascensión. Retorno y expansión. Una historia concluye mientras otra se inicia.

Nada surge de la tierra si no es menester. Otras Tierras, Tiempos y Momentos se explayan o redactan si la Tierra lo amerita.

Otro sábado, otra redención y otro momento. Así es y así será.

Sin más deciros, J 25 A.

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