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sábado, 7 de agosto de 2010

Finis Terrae p. XI

Arica – Chile                                                                                                                                                              08/11/09

12 + 1 es el valor que evidencia las vías del 21:1 en esta y todas las tierras.

Solitario y desolado, extenso y extraviado, lo encontré aquel día de fríos vientos.

Deambulaba sin un rumbo cierto, como esperando o anhelando algo. Algo que tiempo después a cabalidad pude comprender…

Era un joven de extensa mirada y de leves palabras, que rehuía de aldeas y personas.

Sin embargo, lentamente, comencé a tener su confianza y su estima.

Y supe de sus alegrías y pesares, de sus dudas y certezas, de sus extravíos y encuentros.

Sin ascendencia y con pasado difuso, extraviado y leve por las extensas y tortuosas tierras se vio.

Surcó vías extensas o leves, contempló amaneceres difusos y atardeceres oscuros, bebió de aguas quietas o temblorosas, y lloró en muchas y diversas tierras. Y concluyó que todo le era extraño e inquietante.

El tiempo y las estaciones pasaron; y, lentamente, su ayer se volvió menos difuso y más certero.

Se volvió más asequible y menos leve, más comunicativo y menos extraviado. Y su voz se tornó extensa y sus palabras, aclaratorias.

Cierta vez me confidenció que sentía que esta época le era extraña en demasía. Sentía que quizá su esencia provenía de otra tierra y otro tiempo.

Traté de alejarme de él y de su voz extraña. Sin embargo, todas las vías a él me llevaban.

Mientras más rehuía de él, mas leve mi alma se volvía. Era su esclavo y él mi sombra.

Semanas después me contó que él provenía verdaderamente de otra tierra y otro tiempo.

– Solamente es verdadero el ayer, pues lo venidero ya no existe, dijo con lágrimas en los ojos. Kōta, prefiero el tiempo que se olvidó que el tiempo de los Olvidados.

– ¡Sois un Yōkai!, exclamé, y mi voz se volvió extensa.

– Kōta, ahora mi nombre sabréis: Katako. Y Katako ha encontrado a Kōta finalmente.

Y traté de alejarme de él y de su voz extraña. Sin embargo, su voz seguí escuchando:

– Sin vos es vano mi ser. Sin vos es olvido mi alma. Sin vos no existe mi voz. Somos uno en esencia, Kōta.

Esbozó una leve sonrisa, y tomó mi mano.

– Y sombra del ayer me volví para vuestra verdad ser... Kōta, más verdades arcanas debo deciros. Sin embargo, vientos de sangre y espada se aproximan… Abandonad estas tierras y extraviaros en la lejanía. Abandonad vuestro legado y olvidad vuestro nombre…

Y me extravié en la lejanía, olvidando mis ancestros y mi nombre. Viví oculto, triste y árido, siempre anhelando los días pasados. Construí mi refugio entre un sendero olvidado y un bosque añoso. Tracé sueños que luego se volvieron erráticos.

Sin embargo, no todo había perdido. Ella llegó a mi vida cuando ya nada tenía sentido…Y juntos vivimos allá donde todos los vientos se vuelven uno y los sueños se tornan verdaderos.

Y, uno tras otro, los años transcurrieron. Algunos leves y otros tortuosos.

Cierto día de invierno, oí un susurro lejano. Voz que familiar me resultó, y mi alma se volvió difusa y triste.

– Soy Ka-ta-ko... ¿Acaso me habéis olvidado, Kōta?

Era el mismo joven que una vez tuve la desdicha de conocer. Joven esbelto y de leve sonrisa, ajeno al transcurso de las décadas.

– Es tiempo de cumplir mi cometido.

– ¿Tiempo de qué, Katako?, pregunté desconcertado.

– Tiempo de ser sombra y esencia vuestra. Tiempo de olvidar el tiempo de los Olvidados. Así vuestras tierras no serán tan difusas y tortuosas.

Y sombra y esencia mía se volvió. Y mi descendencia el sino de Katako expresó hasta el tiempo de los Olvidados.

Veréis a Eleya allá en la carretera extraviada. Invocad su esencia, y las verdades serán más verdaderas.

Sin más deciros, J 25 A.

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