Desde antes de que el tiempo fuera tal, los Antiguos sus esquemas de evolución anhelaban.
Olvidaron las antiguas tierras baldías, aquellas tierras que los Señores Lejanos de mundos lejanos, lejanos de la verdad, sin medida, ansiaban.
E iniciaron otro despertar en otro horizonte lejano, y en cada extremo difuso una Torre Oscura erigieron, y una extensa telaraña las unió desde aquel instante.
Torres que existen entre las tierras y las no tierras. Torres que existen entre todas las coexistencias y las no coexistencias. Torres que no son torres, sino vastos mecanismos de Almas enlazadas, donde el Uno se volvió diverso.
Extenso tablero de ajedrez que en infinitos estratos se desenvuelve, para que el Juego Perpetuo de la Vida se exprese, y todos los momentos tengan su final propicio.
Las Torres Oscuras son el Alma de los axis infinitos de Aquí y de Allá. Y custodian la extensa levedad de los tiempos difusos, precursores de todos los eventos sistémicos.
Un extenso mar de líneas y fulgores las une y las separa, pues así es menester. Líneas biotesélicas que son la herencia de otros que ya partieron al olvido extremo.
Y desde tinieblas venideras vuestras almas regresan, para culminar lo que el futuro anhela. No obstante, aunque ya sois parte de una Torre Oscura, en el presente extraviados estáis de su senda.
Torres Oscuras son pues ningún bionauta ha podido develar lo que pulsa en su interior. Sólo los eternautas, aquellos que el tiempo esquiva, pueden ver lo que en su interior susurra.
Y cada sendero geodésico es una vía para llegar a un axis señalado, una coexistencia determinada, una Torre indicada. Y cada sendero geodésico es un cursor más que lleva la Nave Tierra más próxima a los Infinitos Mares.
Expresad sistémicamente lo realizado allá donde yacen soldados fenecidos, en la encrucijada que ya sabéis. Si lo lográis a cabalidad, prontos nuevos desafíos tendréis y más próximos estaréis de aquel que susurra desde la Lejana Torre.
Sin más deciros, J 25 A.
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