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sábado, 4 de febrero de 2017

Soledad p. IX

Arica – Chile                                                                                                                                                              19/12/16

Una visión difusa, un litoral solitario, aves en azaroso vuelo, un anhelo profundo y una levedad que sosiega los momentos.

Jamás la olvidaré, aunque los momentos caduquen, aunque las Tierras se extravíen, aunque el firmamento se diluya, aunque todo perezca y nada se recuerde.

La primera vez que la vi me provocó una honda impresión: «Es ella, me dije. Ha regresado por fin. Los malos tiempos se olvidan, la tormenta amaina. Ha regresado. Ha vuelto a mí. La presentía. Mi soledad ha terminado. Dejaré esta levedad, trazaré otros rumbos, expresaré otros anhelos. Iré a su encuentro. Lejos, muy lejos, en un litoral solitario, ella me presiente, me subyuga y me recuerda.»

Lejos, muy lejos, aguarda y presiente. Distinta quizá, otra tal vez. Mismo talante mas otro semblante. Otra mas la misma. Ella, simplemente ella. Perfecta, íntegra, sin ataduras, extensa, similar a horizonte estelar, anhelante, expectante, distante pero próxima.

Un anhelo que surge. Una historia que se escribe en otro Tiempo. Memoria que no se resquebraja, anhelos que no se olvidan y voz que es vívida palabra.

– Te esperaba. Un milenio no es impedimento. Una eternidad no es tormento. Vida y olvido de lejanos fulgores no atrapan ni desgarran. He vuelto en otro amanecer y Tiempo, en otra Tierra y anhelo. Siempre la misma pero distinta. En el aquí pero en todos los ahoras. Te anhelo y te presiento en la soledad de los Tiempos, para trazar otra historia y otro Anhelo. He vuelto para terminar un presagio y trazar otra verdad. En los ahoras, en los ayeres gastados, en los erráticos porvenires, en las difusas memorias, anhelo y presiento, trazo y gesto, me extiendo y olvido. Toma mi mano y empezará la larga, extenuante y milagrosa travesía.

Trazo leve, horizonte inverso, senda lejana y Tierras, Tiempos y universos enlazados. Antigua travesía que termina en un ahora y en una Tierra. Ella que soy yo, y yo que soy ella. Ningún género limita a un alma peregrina. Alma que ha surcado otros Tiempos, Tierras y Universos regresa a mí sin trabas ni tretas. Vuelve en este atardecer pleno. No existe la soledad ni el exilio si mi alma mi sendero traza.

Tantas almas extraviadas, tantos vacíos existenciales, tantos títeres surcando esta lejana y solitaria Tierra. Desalmados, transeúntes sin destino y exiliados. Evaden la existencia para olvidar, se extravían en la muerte para presentir. Travesía que desgarra y desgaja a todas las almas peregrinas.

Soledad. Una sed inmensa. Una soledad que desgarra a todos aquellos que han extraviado su alma, su anhelo más profundo o su misión más verdadera.

A veces un sendero se bifurca si la luz se atenúa, si los anhelos desfallecen. Un alma no envejece, los anhelos mueren si la memoria se olvida. Un alma es plena si el vacío no existe. La soledad es luz y también oscuridad si los anhelos mueren. Un alma se extravía, un hombre se vuelve autómata, un Hombre Inmenso ya no es inmenso si la verdad se extingue en todo amanecer que se explica.

Id. Anhelad vuestros anhelos. Recobrad vuestro ímpetu. Salvad vuestra alma. El Peregrino lo sabe, el Senderista lo presiente y el Hombre Inmenso lo recuerda. El alma se traza en un lejano litoral, anhelos tejidos en la arena, olas que limitan olvidos y un joven que alza memorias lejos en el firmamento.

Regresad. Volved porque el tiempo se acaba sin más. Volved para no olvidar. Volved para presentir, para que vuestro Yo no se fragmente más.

Un monje traza Vita o Morte. ¿Cuál escogeréis?

Sin más deciros, J 25 A.


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