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miércoles, 15 de febrero de 2017

Más Allá de las Tierras p. IX

Arica – Chile                                                                                                                                                              12/11/14

A veces otro yo surca las imbricadas callejuelas. A veces recorro sendas que ya no existen y otras que existirán. A veces me extravío en el «a veces».

Soy un reflejo que se extiende para expandir una verdad o truncar una historia. Leve brisa que se desata en el amanecer, para propiciar un 21:1 o quizá otro valor.

Reflejo que rescata memorias y desmemorias, atrapado en un «cuándo» y menos en un «quizá», anhelando lo verdadero y justo.

Me extiendo para ver mi reflejo, me extravío para abreviar mis pasos, me tuerzo para sondear lo insoslayable. Siempre expresando un presente, y lo que es mutable se desvanece.

A veces, en amaneceres sin Tiempo, en Tierras sin sentido, en encrucijadas gastadas, la materialidad me subyuga, tuerce y atrapa.

Materialidad que me juega malas pasadas, que me sumerge en laberintos mentales, que me extravía en lo que he sido, soy y seré.

Lejos me aprisiona un pasado, lejos me rasga un ayer, lejos mi mente se extravía sin ansias de volver. Lejos me expreso tal lienzo sin mácula, enjuto y amargado si mi mente se quiebra.

La materialidad me atrapa, la mente se extravía, los recuerdos se ajan, si el Tiempo me esquiva.

Algunos no vuelven jamás o ya no existen. Otros solamente perduran en historias o anhelos finitos. Existen lejos y extraviados. Enclaustrados, marginados, anhelando sin anhelar. Sin memoria ni recuerdos, sin historia ni señales, sin voz ni alma.

Son los que se extraviaron, los que el Tiempo rehusó. Almas que transcurren en senderos sin Tiempo.

Es menester limitar el Servicio para evitar las jugarretas mentales y los baches en el Tiempo. Es necesario expandir un «Anhelo» lejos y lejano en el Tiempo.

Tal vez un recuerdo de la infancia, un trazo en la arena, un paisaje triste, una voz que se quiebra o la primera visita a Lisboa.

Algo que se presienta y recuerde. Algo que rasgue los Tiempos. Algo que me aleje de los senderos superpuestos. Algo que no se olvide aunque se quiera. Un valor, un sentimiento, un retazo de memoria, una letra en su tinta, un sendero al amanecer o la simple sonrisa de alguien que se ama.

Algo, un Lisboa y un anhelo, un valor que me sitúe en el aquí y en el ahora, que evite mi extravío en el mar de los Tiempos, que me regrese al que soy y no más.

Así mi memoria no será traicionada. Mis anhelos no se olvidarán. Mi alma no terminará ni rasgada ni dividida. Un Eternauta sin extravío ni miedo.

Me sumerjo en los ayeres y me extiendo en los mañanas. Cruzo senderos a veces torcidos, a veces diversos; pero siempre regreso a mi «Anhelo».

Buscad, presentid, sentid qué anhelo os traza. Valía que gesta a un verdadero Eternauta.

Eternauta que puede surcar las extensas realidades, evadir los Tiempos sin sentido y anhelar lo que ya se ha escrito o escribirá.

Sin más deciros, J 25 A.


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